Aquiles
La nereida Tetis adoraba tanto a
su hijo Aquiles que para protegerlo y volviéndolo invulnerable lo sumergió en
un rio con agua mágica. Años más tarde, la nereida volvió a proteger a su hijo
ocultándolo en un harén, disfrazado de muchacha. Tesis quería impedir que su hijo fuera reclutado para el
combate de Troya, donde encontraría una muerte segura. Pero el ingenioso héroe
Ulises apareció en el harén donde se
ocultaba Aquiles. Llego ataviando como un vendedor y le resulto fácil
reconocer entre las mujeres a una
insólita mente alta y fuerte, más interesadas por las armas que por las telas,
y que atajaba instintivamente ovillos de
lana abriendo las piernas bajo la falda, y no cerrándolas. También le
resulto sencillo convencer a
Aquiles para que lo acompañara. Especialmente cuando este supo
que su adorado primo Patroclo estaría allí. Desde pequeños, Patroclo y Aquiles
habían sido fieles amigos.
Durante la contienda, Aquiles se
enemisto con su jefe por la posesión de una esclava y ofendido, abandono el
combate. Patroclo se coloco la armadura
de su primo y fue abatido por los enemigos. El dolor de Aquiles fue demoledor. Sin tomar en cuentas los malos
augurios, volvió a la batalla. Hasta su caballo, dotado de palabra por un
momento, le anuncio una pronta muerte. Intentado protegerlo nuevamente, la
madre de Aquiles le pidió al dios
herrero Hefestos que forjara para su hijo otra armadura.
Luchando junto al rio, Aquiles dejo
tantos cadáveres que obstruyo la corriente. El mismo dios del rio,
enojado, lo tuvo que perseguir con sus
aguas turbulentas para obligarlo a retroceder. Aquiles se enfrento finalmente
con el matador de Patroclo, el héroe troyano Héctor. Los dioses del Olimpo
pesaron en una gran balanza los destinos de ambos, y decidieron que Aquiles fuera
el vendedor. Definida la contienda, Aquiles hizo que Héctor, suplicara por su
vida, le dio muerte, y lo ato por los tobillos a un carro que arrastro
repetidas veces alrededor de los muros
externos de la ciudad. Recién días
después permitió que retiraran su cadáver. Fue en ese instante cuando Aquiles vio brevemente a una joven
troyana, y el amor que nació en él fue más
fuerte que su fidelidad a la causa griega. En ese momento, Paris, el troyano
que había iniciado la guerra, lanzó una flecha que alcanza a Aquiles en su
talón y lo mató.
Por el talón había sostenido
Tesis a su hijo mientras lo sumergido en las aguas mágicas del rio. La nereida
aun no sabía que el amor maternal no puede proteger todos los puntos débiles de
los hijos que salen a pelear sus propias batallas o guerras.
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